4ª Etapa Arzúa – O Predrouzo

Miércoles, 5 de Abril del 2.023

4º etapa 19km - Camino de Santiago

En Arzúa estuve en el albergue San Francisco, situado en unos soportales en una calle muy chula paralela a la principal plaza del pueblo.  Por 15€, tienes la litera, que en este caso, son diferentes al resto de los albergues, son más encajonadas, pero no te da la sensación de ser pequeña, al revés, tienes la sensación de cobijo. Además tienes para ti sólo los enchufes para cargar el móvil y debajo de las literas, tienen dos grandes cajones, uno para cada litera, que viene muy bien para guardar la mochila. Las duchas como el resto, una pequeña cabina cerrada y el tendedero, una borriqueta pequeña, que quedaba un poco escasa. Una zona de comida donde había microondas, tetera y menaje para poder prepararte allí la cena o el desayuno. El desayuno también lo puedes tomar allí. Tienen una barra con todo lo necesario para tomar café, tostadas, zumo por creo que 12€, lo cual me parecía caro y desayune con lo que compré la tarde anterior.

Del pueblo, no te puedo decir mucho más, porque sólo salí a comprar un poco de cena, a la farmacia a por la pomada y el antiinflamatorio para el tobillo, pero en esa plaza principal, con el buen tiempo que hacía, estaba lleno de terrazas para tomar algo y todas llenas de gente, había muy buen ambiente.

tobillo camino de santiagoLo primero que hice al levantarme, fue mirarme el tobillo (si no sabes el porqué o el motivo, pinchar aquí para ver la etapa anterior) . Seguía hinchado, aunque no me dolía y la noche la pasé durmiendo del tirón. Me volví a dar la pomada, desayuné y me tomé el ibuprofeno. 

La bota me entro sin problema pero no quise apretar los cordones, entendí que así evitaría molestias. Empecé a preparar la mochila y no encontraba la botella de agua, miré por todos los sitios, baje al comedor por si me la deje cenando la noche anterior, nada, no estaba. Era imposible que me la hubieran robado,  sólo tenía a mi lado a una madre con su hija que por su 19 cumpleaños, habían decidido ambas hacer el camino, que buen rollo tenían y era una gran muestra de amor verdadero.

Intentaba recordar cuando fue la última vez que la use. Esa misma tarde al ir a por la medicación, me senté en un parque para grabar mi reflexión diaria. Concluí que la debí dejar allí.  Me pillaba de paso al salir al camino y me puse en marcha. Aunque todavía era de noche, había luz suficiente para buscarla. Allí no estaba. Esa botella me la regalaron Manuela y Celia (mi mujer y mi hija), por lo que perderla me daba mucha pena. Pero de verdad que sentí un gran alivio, porque al iniciar la marcha, me sentía más ligero, esa botella era de casi un litro y llena, pesaba, lo suficiente cómo para notarlo.  El camino me esperaba, compraría una botella pequeña de agua e iría rellenándola. 

Los primeros pasos de esta etapa fueron de noche, lo cual me hacía vivir una nueva sensación, una nueva forma de hacer el camino para mi. Y eso es lo que más me preocupaba en el inicio, ver que sensaciones tenía con el tobillo. Tenía molestias pero para nada era preocupante. Mi cabeza tenía en cuenta cada paso, donde ponía mi pie izquierdo, evitando piedras, intentando buscar zonas firmes para evitar una torcedura o un traspié que me hiciera aumentar las molestias.

Voy dejando kilómetros detrás, me siento cómodo, parece que al calentar el tobillo no molesta, no me quiero confiar, voy concentrado en el piso, pero con mil pensamientos en mi cabeza. Me paro en todos aquellos que me hacen recordar todos esos momentos vividos antes de llegar aquí, en la preparación del viaje, en cómo lo disfrutaba y en cómo deseaba estar en ese momento, en ese camino y cómo pensaba en disfrutarlo. Me doy cuenta de la suerte que tengo por haberlo conseguido, en lo que me han apoyado mi mujer y mi hija, doy gracias por todo ello. Me había imaginado mil escenarios y ninguno era ni parecido al que estaba viviendo.

Esto me hacía saborear más el camino, cada paisaje es diferente y a cada cual más bonito. No sé si será porque lo miro con esos ojos de verme donde quería, pero tenía la sensación de que en cada momento había cosas nuevas y que merecían pararme para disfrutarlos, pero mis pies deberían de seguir. Es cuando me doy cuenta de una frase que siempre he oído y otras tanta he dicho, «disfruta del camino mientras llegas a la meta» y eso estaba haciendo.

El camino hay de todo y es para todos. Esta etapa no para de darme sorpresas. Tuve un momento mágico cuando pude dar unos pasos con la mejor compañía que jamás pude imaginar. Juzga tu mismo que te parece.

En el camino hay sitios que según pasas sientes cosas diferentes, me pasó en la segunda etapa, cuando vi esa preciosa niña y me hizo ver que hay esperanza en la humanidad, en esta etapa me pasó un par de veces, una de ellas al pasar por los carteles con mensajes que he dejado en las fotos anteriores y donde al leerlos te hace caminar de otra forma, te da energía. 

Otro de esos momentos fue al pasar por un precioso paseo, que iba cómo adentrándose en un pasillo de piedra, que cada vez crecía un poco más hasta llegar a la altura de la cabeza y de repente, a la izquierda, había como un pequeño altar, con un montón de fotos, de mensajes y con las típicas piedras que van dejando los peregrinos en el camino a modo de desprenderse de sus males, miedos o lo que quieren dejar atrás, yo la mía la tenía preparada y había previsto dejarla en el sitio de la última etapa donde viera por primera vez la catedral de Santiago. Sitios así hay unos pocos en todo el camino, pero ese me dejo sensaciones muy fuertes, diferentes y agradables.


Pero había otro más, que no puedo dejar pasar, un momento de esos que no sólo te llenan el alma, sino también el resto del cuerpo y fue cuando paré en un bar a sellar la credencial y vi a un joven sentado en una de las mesas comiendo una tortilla que tenía una pinta increíble. Pregunté al camarero si tenían más tortilla y me dijo que me la preparaban en un momento. Mi estomago rugía y pese a no ser la hora del almuerzo, sería media mañana y posiblemente a medio camino, era el momento de llenar algo más que ese alma del que antes te hablaba.

En el primer bocado, casi se me saltan las lágrimas, por Dios que buenísima que estaba. La disfruté en cada bocado. Al finalizar le di la enhorabuena al camarero y el me dijo que era la mejor tortilla del camino, le dije que eso lo dirán todos, y señalándome a la pared que tenía tras mi espalda, me dijo que esa tortilla estaba premiada. Me giré y vi un marco que llevaría allí desde que entré, pero ni me percaté de el y donde se veía un recorte de periódico donde acreditaba todo lo que el camarero me decía. He encontrado el enlace el esa noticia, Pinchar aquí para poder verlo.

La mejor tortilla del camino

Con el estómago saciado, el resto del camino debería ser de otra forma, sin duda todo estaba siendo demasiado bonito, hasta que quedaban unos cinco o seis kilómetros. Fue entonces cuando el gemelo de la pierna derecha, se me empezó a montar, empezó a molestarme y pese a que baje el ritmo, paré un par de veces a estirar, el dolor no remitía, al revés iba a más. Pensé que era normal, llevaba todo el camino intentando no forzar el tobillo izquierdo para que no me doliera y que inconscientemente, había cargado más la pierna derecha, la había forzado sin querer y ahora pagaba las consecuencias. 

Volvía la batalla contra el dolor, de nuevo tocaba apretar los dientes y mirar adelante, con humor, recordando experiencias anteriores que me pudieran ayudar. Entonces me vino a la mente cuando hace unos 15 años me rompí la pierna jugando al fútbol, cuando mi hija empezaba a andar y yo debía de dejar de hacerlo, bueno lo hacía, pero con muletas. Recordé cuando comencé la rehabilitación, después de operarme, y le decía a la fisio, no quiero volver a jugar, no quiero volver a correr, sólo quiero volver a andar. Y sus mágicas manos y mis lágrimas por tanto dolor que pasé, conseguí recuperarme y pensé que, entonces estaba donde quería y haciendo algo que, en aquellos momentos pensaba que no podría hacer, algo tan sencillo y tan poco valorado como andar. Y lo hice, lo hice hasta completar la etapa y saber que sólo me quedaban 19 kilómetros, menos de 24 horas para llegar a Santiago.

Antes de la reflexión final, unas fotos de algunos preciosos paisajes que pude disfrutar en esta etapa, de mi cena (no es empanada gallega, lo sé)  y de mi tobillo al finalizar la etapa. Me puse hielo, pero de otra forma, una nueva medicación mucho más dulce.

Finalizada la etapa, dolorido, cansado pero más que todo eso, muy contento por haberlo conseguido, te dejo mi reflexión del día.  

 

 

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