Momentos de incertidumbre, ¿parar o seguir?

Arganda del Rey a 23 de octubre del 2025

Desde que en enero tuve el brote me hizo pensar varias cosas.

Una de ellas es que durante nueve años que llevo diagnosticado, la esclerosis «me había respetado» o quizás yo me había adaptado bien a todo lo que quitaba, supliéndolo por positivismo, resiliencia, cabezonería por estar todo lo bien que pudiera y otra cosa que me vino a la mente es lo bien que se está cuando uno está bien.

En este segundo brote noté que me estaba costando más salir de esas fases de duelo que, perfectamente conozco, que ya he pasado anteriormente, pero, o no tenía las mismas fuerzas, que seguro había parte de eso, que pese a que tenía más experiencia en la enfermedad, la mía propia y la de mis pingüinos de Baile de Pingüinos, no entendía muchas cosas de las que me estaban pasando. Eso me llevaba a momentos de mucha preocupación e incertidumbre, pensando si sería capaz de volver a ser yo, o un nuevo yo incluso mejor, como creo que he estado consiguiendo en todo este tiempo.

Siempre he sido una persona en querer mejorar y eso me llevó a pedirle a mi neuróloga que me derivara tanto a neuropsicología, a piscología, a logopedia, a terapia ocupacional y a suelo pélvico para poder mejorar o por lo menos frenar esos síntomas que volvían a dar la cara o se acentuaban más que antes.

De todos ellos el neuropsicólogo ha sido el más rápido y después de pruebas, test, etc. me dan el resultado. El resultado de todas esas pruebas para detectar la afectación de la esclerosis en mí, después de nueve años, aparece como más llamativo, aunque hay más áreas comprometidas, pero si lo más notable, que todo lo proceso de una forma más lenta.

La curiosidad, coincidencia o quizás el colmo es que yo trabajo como asistente informático, y justamente lo que tengo más afectado, es mi “procesador interno”, que funciona más lento. Esto explica por qué se me olvidan tantas cosas, por qué no puedo mantener la concentración, por qué me cuesta tanto aprender cosas nuevas y por qué tengo lapsus mentales en los que me quedo en blanco. Todos ellos son síntomas de la esclerosis múltiple y, además de ser molestos e incapacitantes, son invisibles, lo que los hace aún más dañinos. Dañan la confianza que uno tiene en sí mismo; mantener la autoestima alta se vuelve complicado. Surgen miedos y situaciones incómodas que te obligan a estar mucho más atento y concentrado… y es el pez que se muerde la cola, porque precisamente eso es lo que más me falla. ¿Solución? Poca o ninguna.

Si a esto le sumamos que el brote que tuve en enero sigue dando guerra… la situación se complica. Aún más cuando la neuróloga y las personas de tu entorno más cercano, que te ven así, te dicen que debes aflojar el ritmo, que haces demasiadas cosas y que, aunque no lo notes, eso puede generarme estrés.

Y ahí surgen más dudas: ¿Cómo hago eso si lo que hago me gusta, si es lo que me da gasolina para seguir? ¿y si aflojo y luego la corriente me arrastra, mi cerebro se acomoda, mis neuronas dejan de activarse y dejo de hacer lo que me apasiona?

Debe haber un punto intermedio, y para encontrarlo tengo una cita psicológica prevista en breve. Seguir adelante es algo que siempre he hecho y que seguiré haciendo, aunque sea despacio.

Abrazo enorme,
Chuso García